La carne fría se siente en mi garganta,
Y el musculo del corazón tiembla,
Aún late todavía.
El sabor de la tierra en mi boca, amargo, con hojas secas,
Hasta el lugar más recóndito de la mirada de mis ojos
Puede llegar a guardar un par de gotas de risas,
Para llevarlas contra uno de los temores que más cultiva
El ser humano, eso aquello llamado integridad.
El alma se entierra en lo más profundo del lamento
Y la oscuridad, quisiera que a veces fuera eterna…
¿Cuánto podrá soportar el escudo de mi aceptación?,
¿De qué me sirve saber como soy, si aquellos que me observan disfrutan el golpe,
La herida; provocada por los peñascos de las burlas?
Vivir al menos un par de minutos bajo el mar,
Ayudaría en mi vida a mantener el alivio, el amparo, el desahogo,
Conservando los pocos jirones de mi ser y que por suerte he logrado salvar…
Sentir que se muere en vida,
Me hace pensar en la agonía
De que poco a poco ya no existo…
He enfrentado mi realidad,
Bajo la intemperie del presente; de lo actual,
Curo mis heridas con el poco amor que me queda y me tengo.
Debo aceptar quien soy;
Engañándome a mi mismo de que si hubiese sido otra historia,
Otro el momento, de otra forma;
No expresaría en este instante lo que hoy escribo…
José de Arimatea
1 comentario:
Me ha gustado mucho tu poesía, la primera es una hermosa joyita totalmente inspirada en el corazón, y las otras son bastantes románticas.
Muy buena!
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