jueves, 10 de septiembre de 2009

Visitando tu vida

Hoy he visitado tu casa,
he recorrido cada parte de ella,
he contemplado el comedor, tu escritorio,
el living y tu pieza,
cada vestigio que tus años
fueron dejando en las murallas
de aquel espacio en que navegaste con tu letra…

Se que han pasado años y que;
¡Por Dios me hubiera gustado conocerte!,
en fin el tiempo nos supera a todos,
pero en lo residual quedan los hechos,
Cuantas copas hubiéramos compartido
junto al verso que nos brota de los labios,
como aquel desierto florido,
nunca antes conocido,
hubiese sido el cuento;
la poesía de mis tiempos,
que escribiendo los dos,
publicada en estos días,
hubiese aparecido…

Hoy escribo para ti amigo mío,
aunque sé que la distancia entre
lo terrenal y el paraíso,
es un tanto extensa,
pero con el verso que te dedico,
pretendo recorrer en el mismo barco,
en las mismas alas,
aquel camino que dejaste al servicio del planeta,
y a nosotros; entre el azar de los escritos y las letras,
se refleja tu silueta, que guían el sendero del poeta
y que hoy sigo.

Recogiendo en cada sitio en donde voy,
pequeños racimos de hermosa poesía,
que olvidaste en cualquier lugar, en algún instante,
y que gracias a estos versos,
me permiten imaginar,
que pese que te hayas ido,
aquel día en que nos podamos encontrar en el infinito,
te salude; me presente,
y antes de enseñarte lo que en mi vida he escrito;
tu me digas:
“Tranquilo hijo; que yo desde aquí ya te he leído”

José de Arimatea

La condición

Si vinieras a mí,
Haría que tu sonrisa
Fuera un poco más natural.

Dibujaría con mis labios un beso en los tuyos,
y en el silencio,
grabaría entre tus brazos mi reflejo,
Despertando bajo tu piel un susurro;
un tanto tierno; un poco oscuro; un sueño húmedo,
todas esas cosas realizaría
si vinieras a mí…

Si te hiciera sentir,
lo que hoy siento,
aquello que pretendo;
los anhelos de querer pasear contigo, en jardín,
en donde todos los árboles dan frutos de amor.

En un jardín, lugar el cuál en ningún cuento está escrito;
de lo maravilloso que ha sido haberte conocido,
cuánto más comprenderías todo esto; si te hiciera sentir,
lo que hoy siento…

Si me dejaras vivir en tus días,
recorrería en tu ser mis letras,
convertiría tu vida en mi mejor poesía,
escribiría el soneto más triste cada vez que cierre los ojos
y no te pueda contemplar en mi mente…

José de Arimatea

Hojas secas en mi boca



La carne fría se siente en mi garganta,
Y el musculo del corazón tiembla,
Aún late todavía.

El sabor de la tierra en mi boca, amargo, con hojas secas,
Hasta el lugar más recóndito de la mirada de mis ojos
Puede llegar a guardar un par de gotas de risas,
Para llevarlas contra uno de los temores que más cultiva
El ser humano, eso aquello llamado integridad.

El alma se entierra en lo más profundo del lamento
Y la oscuridad, quisiera que a veces fuera eterna…

¿Cuánto podrá soportar el escudo de mi aceptación?,
¿De qué me sirve saber como soy, si aquellos que me observan disfrutan el golpe,
La herida; provocada por los peñascos de las burlas?

Vivir al menos un par de minutos bajo el mar,
Ayudaría en mi vida a mantener el alivio, el amparo, el desahogo,
Conservando los pocos jirones de mi ser y que por suerte he logrado salvar…

Sentir que se muere en vida,
Me hace pensar en la agonía
De que poco a poco ya no existo…

He enfrentado mi realidad,
Bajo la intemperie del presente; de lo actual,
Curo mis heridas con el poco amor que me queda y me tengo.

Debo aceptar quien soy;
Engañándome a mi mismo de que si hubiese sido otra historia,
Otro el momento, de otra forma;
No expresaría en este instante lo que hoy escribo…

José de Arimatea